sábado, 21 de junio de 2014

Letras y números



Esta semana no sabía con qué actualizar el blog, así que opto por la vía más fácil: mirarme al ombligo. He consultado algunas estadísticas del blog y mis perfiles en redes sociales, que comparto con vosotros pese a que pueden cambiar en este preciso momento: 75.220 visitas, 172 entradas, 1.165 comentarios (míos serán cerca de la mitad, pues contesto la mayor parte), 499 seguidores (que prefiero llamar “críticos”), 2.103 en Twitter y 213 en mi página de Facebook. A ellos hay que sumar los 1.170 amigos de mi perfil en la red creada por Zuckerberg, los 291 contactos en Linkedin y los 409 en Google +  ... en total, excluyendo algunos de otras redes en las que no tengo actividad, cerca de 4.700 si he sumado bien, aunque muchos son tan amables e insensatos que me siguen a través de distintas plataformas.

Los que me conocen saben que no siento especial inclinación hacia los números. Soy hombre de letras y los datos me dejan frío. Por ello quería decir, tanto a los que me leen habitualmente como a quienes llegaron aquí buscando información sobre una secta satánica o una especie en peligro de extinción, que para mí representáis mucho más que una simple cifra, incluso si no tengo ni idea de quiénes sois. Los números no pueden medir las diferencias cualitativas de una realidad, precisamente las más interesantes. Cada visita, cada comentario, cada seguidor es único. Tú eres único. No permitas que te etiqueten, que te reduzcan a ser un elemento más de una masa amorfa. Y dame un bofetón virtual por haberlo intentado en esta entrada.

jueves, 12 de junio de 2014

Me lanzo a la aventura audiovisual

 
 
No son pocos los autores literarios que, en algún momento de su carrera, han escrito un guión de cine, ya sea por vocación de experimentar o por encargo. Las diferencias entre un guión y una novela o cuento son considerables. Descripciones profusas se vuelven innecesarias, pues el espectador verá con sus propios ojos los lugares y personajes imaginados por el escritor. También hay que tener en cuenta los costes de grabación, el equipo humano, el tiempo disponible, etcétera. Ante una página en blanco el escritor no tiene límites, pero si pretende que su obra se interprete por actores de carne y hueso deberá adaptar su prosa a las circunstancias, muchas de las cuales no dependen de su control.
 
Tal vez ya adivinéis por qué os hablo de todo esto… en efecto, por primera vez me adentro en el territorio de la creación audiovisual. Estoy realizando un cortometraje junto a mis compañeros como proyecto de fin de máster… aunque va mucho más allá. Somos novatos en este campo y cada día surgen nuevos retos, pero me siento bastante satisfecho de cómo se han desarrollado las cosas hasta ahora. Tenemos un buen guión (la idea original es de un compañero, aunque he realizado mis aportaciones), lugar y fecha para la grabación y recursos económicos escasos pero suficientes. En parte los obtenemos de esta campaña de crowdfunding o micromecenazgo, todavía abierta a colaboraciones.


Ahora estamos inmersos en la elección de los dos actores principales. El próximo martes tendrá lugar el casting, a partir de las 18:30 en Kühnel Escuela de Negocios (Paseo Sagasta 32, Zaragoza), donde cursamos el máster. Se trata de una convocatoria abierta, así que cualquier actor vocacional será bienvenido.  La historia la protagonizan un escritor y un camarero, que dialogan y discuten acerca de la noción de éxito que impera en nuestra sociedad. La hemos titulado “Café revelador”,  puesto que los personajes se conocerán en un bar con la compañía de esta bebida tan literaria y cinematográfica, que ha presidido infinidad de conversaciones épicas tanto en la ficción como en la realidad.
 
La vida está hecha de historias, y las historias están hechas de vida. No puedo esperar el momento de compartir con vosotros el fruto cinematográfico de nuestra imaginación. Os dejo los enlaces de las plataformas sociales que hemos lanzado para difundir el proyecto, por si queréis informaros mejor o colaborar de la forma que se os ocurra:

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jueves, 5 de junio de 2014

El rostro de un amigo


Cuando me encuentro por la calle un rostro

que creo conocido,

me equivoco al pensar que me equivoco.

No lo conozco, es cierto.

No sabe mi nombre ni yo el suyo. 

Pero en él me ha parecido vislumbrar

el rostro de un amigo.

No podemos fingir que no ha pasado nada.

Nos hemos mirado… y nos hemos visto.

 

Puedo olvidarlo, claro,

igual que puedo olvidarme de mí mismo:

tampoco ocurriría nada.

Puedo seguir creyendo

en el patrimonio exclusivo de mi cara.

Pero ignoraría la esencia de un hecho:

modela nuestro rostro igual sustancia,

y al olvidar el tuyo

dejo un trozo de mí

caer con el recuerdo.