miércoles, 28 de marzo de 2012

El Saco del Conocimiento



Cuarenta alumnos y el profesor se encuentran en un aula de grandes proporciones, tanto a lo alto como a lo ancho. Las paredes son blancas y las persianas están corridas. La única luz proviene de dos enormes lámparas situadas en el techo.

Nada distrae al docente de su deber de impartir clase con la mayor profesionalidad posible, a pesar del obvio aburrimiento de su público. Los estudiantes de las primeras filas al menos disimulan su tedio y toman algún apunte. En la parte posterior, sus compañeros bostezan y se preguntan unos a otros cuándo terminará de una vez la clase.

Irrumpe en el aula un hombre rechoncho, vestido con traje y corbata.

-Disculpe, don Roberto. ¡Chicos, atención! Me informan de que acaba de llegar el Hombre del Saco. En dos minutos entrará. ¡Preparaos!

Los adolescentes se ponen en pie sin disimular su excitación. Los gritos convierten la clase en una tormenta ruidosa. Don Roberto, ante la imposibilidad de contener a sus alumnos, opta por una discreta retirada.

Por fin entra el Hombre del Saco. Es de baja estatura, calvo y con unos ojos tan pequeños que resulta difícil hallarlos en su afilado semblante. Arrastra sin aparente esfuerzo un saco casi tan grande como él. Su voz tiene una potencia tal que con un simple saludo produce una onda expansiva de silencio.

“Buenos días. Estoy aquí para daros la opción de ganar un premio fabuloso. En este saco hay un conocimiento que os permitirá saber más que vuestros profesores de cualquier tema. Podréis efectuar complicados cálculos logarítmicos y manejar el arte de la escritura con la brillantez de un premio Nobel”.

Los jóvenes se miran con perplejidad. La mayoría estaban convencidos de que el contenido maravilloso era una inmensa cantidad de dinero. El hombre prosigue con su voz grave que no solo penetra sus tímpanos, sino también su cerebro:

“Para ser merecedores del premio, deberéis describir una escena. La más original y mejor representada será la ganadora. Tenéis sesenta minutos, ni un segundo más. Vamos, ¿a qué estáis esperando?”

Uno de los chicos más impetuosos y con menor habilidad para escribir se levanta y grita:

-¡Que le den por saco al saco!

Abandona la sala con andares prepotentes. Varios compañeros le siguen. El hombre ni les mira. Permanece de pie y observa al resto de estudiantes. El silencio no vuelve a quebrarse en toda la hora, salvo por el sonido de los bolígrafos rascando el papel. Los alumnos entregan sus escenas y salen de clase, deseosos de poseer el misterioso conocimiento del saco. ¡Si supieran que en realidad está vacío!

miércoles, 21 de marzo de 2012

¡Mi libro ya está en las librerías!


Escribo esta entrada para informaros de que mi libro de relatos puede adquirirse en las siguientes librerías de Zaragoza, según me han comentado desde el Instituto Aragonés de la Juventud:
 
-CENTRAL
 
-CÍRCULO
 
-CASA DEL LIBRO
 
-FNAC

-PARÍS

-ANTÍGONA

He contactado con FNAC y Casa del Libro para preguntarles si el libro está disponible. Me han dicho que no lo tienen, pero que pueden pedirlo al distribuidor y les llega en el plazo de una semana, máximo diez días. En la Librería Central y en la Librería Círculo me han asegurado que sí hay algún ejemplar. Su título es “Literatura Joven 2011”, editado por el Gobierno de Aragón. Aclaro que no es totalmente mío, ya que incluye al segundo premio, una novela corta de otro autor. Su precio de venta es de seis euros.
 
Ha habido algún retraso, se ha colado alguna pequeña errata en la edición, pero estoy muy contento de haber publicado un libro siendo tan joven. Muchas personas nunca lo consiguen, así que creo que es un buen motivo para estar satisfecho. Por otra parte, como no quiero que nadie interesado se quede sin leerlos, os recuerdo que los relatos también están disponibles gratuitamente en la página del Instituto Aragonés de la Juventud, en el siguiente enlace: Juicio a un escritor

Un abrazo a todos y gracias por vuestro tiempo.

lunes, 19 de marzo de 2012

Divina locura



La locura se abre camino cuando se concede la categoría de real a aquello que solo existe en la mente. Por lo que respecta a los sueños, son reales como alucinación, como entretenimiento nocturno del cerebro, y la capacidad de discernirlos es realmente valiosa. Sin embargo, no tienen la misma sustancia que los sucesos de la vigilia. De hecho no poseen sustancia alguna, aunque tal vez sí esencia. Pero, si pusiéramos los sueños al mismo nivel que los actos, tampoco distinguiríamos entre voluntad y acción, y no creo que nadie en su sano juicio discuta la trascendental diferencia que las separa. Del mismo modo, sería imposible determinar dónde empieza el periodismo y dónde acaba la literatura, o viceversa. Por desgracia, esto último no está tan lejos de acontecer.
 
 
A veces resulta penoso que al ser humano le cueste tanto percatarse de que sus deseos no tienen por qué coincidir con la realidad. Además esto le ocurre incluso a inteligencias prodigiosas. La locura y la genialidad van aparejadas con frecuencia. Por otra parte, un exceso de racionalidad es también irracional, puesto que es utópico pretender que el cerebro sea capaz de abarcar por completo la compleja realidad en que se ubica. 
 
 
Una de las grandes enseñanzas del budismo es la aceptación de los propios límites. No dudo de que tal cualidad sea valiosa para el hombre. Ahora bien, ha sido la ambición desmedida, la genial irracionalidad la que ha impulsado a nuestra especie a otro nivel que los demás seres vivos no pueden siquiera vislumbrar. La voluntad de crear y descubrir solo se explica por una ambición casi ilimitada. Por ello defiendo en este blog la necesidad de la locura, del apetito insaciable de saberes, del mal disimulado deseo de ser algo parecido a los dioses que inventamos.

martes, 13 de marzo de 2012

La escritura como psiquiatra



A veces siento que freno a fondo ante el semáforo justo cuando se pone en verde; me adelantan por la derecha. A veces doy vueltas en la esfera de los recuerdos, y la alarma inaudible de la nostalgia resuena en mi mente. A veces uno siente que el momento es eterno y que se clava en el cerebro. Un tiempo eterno en el que nada ocurre: esa es la mayor opresión para el corazón humano. Ante ese temor se harían trizas todas las arterias y se desbocaría la sangre en todas direcciones. Cuando uno se culpa por sentirse mal, teniéndolo todo salvo lo que anhela, y sin saber bien lo que anhela… cuando uno no sabe si sus sufrimientos son imaginarios, lo normal sería deprimirse. Pero existe otro tipo de persona que en esas circunstancias convierte en realidad la frase lapidaria de Vargas Llosa: “La literatura es lo mejor que se ha inventado contra el infortunio”. El escritor escribe, es decir, ejecuta aquello para lo que ha nacido, y todo empieza a cobrar un nuevo color.
 
Cuanto más inexplicables son las penas, mayor es el alivio que proporciona esta actividad. El escritor no se preocupa de otra cosa, ni aun por lo que escribe en algunas ocasiones. No importa el qué, el cuándo, el dónde, los porqués. Sólo importa el cómo, si acaso. El escritor escribe y alcanza su naturaleza, distanciándose de las vulgaridades y los cebos que le ofrece la sociedad. Cuando uno escribe se ilusiona. Cree, igual que el acérrimo matemático respecto al número, que todo está contenido en esas letras ensambladas mágicamente. Uno se siente capaz de rellenar el mundo con sus palabras: sus criaturas.

lunes, 5 de marzo de 2012

Entrevista en el Periódico de Aragón



Os transcribo la entrevista que me realizó el jueves pasado Joaquín Carbonell y que se ha publicado hoy en la página quince del Periódico de Aragón. Es un honor para mí aparecer en uno de los medios de comunicación más importantes de la comunidad aragonesa.


--¿El primer premio que gana?

--Gané otro...

--Lo imaginaba...

--Por un relato en un concurso del Ayuntamiento de Albacete. Pero ni me lo han pagado ni me lo han publicado aún...

--Pues entonces es como si no hubiera ganado.

--(Risas) Ya me dijeron que la administración pública es lenta...

--Lo sabrá si un día ejerce de periodista.

--Hombre, tengo una formación de cuatro años preparándome para ser periodista. Ahora termino la carrera y no sé qué haré con mi vida, pero si pudiera me gustaría dedicarme a escribir...

--Se le nota joven e ingenuo...

--Soy consciente de que es muy difícil vivir de las letras. Pero, como es difícil vivir de cualquier cosa, no se pierde nada por intentarlo.

--O sea, es usted un bicho raro, de esos que en vez de ver la tele se pasa la tarde leyendo.

--Me gusta leer especialmente a autores clásicos.

--Pues más raro de lo que pensaba.

--Bueno, esto es como la comida rápida: para pasar el rato se pueden leer best seller's, pero la buena comida está en los clásicos.

--¿Por ejemplo?

--Victor Hugo, Hermann Hesse, Unamuno, García Márquez, Shakespeare...

--No es mala cuadrilla...

--He leído también “La conjura de los necios”, que me parece una obra muy divertida. El humor es fundamental, especialmente en tiempos de crisis. Hay que tomarse todo con humor, incluida la muerte...

--Usted lo tiene en sus cuentos.

--Sí, en algunos. El libro es muy heterogéneo, con dieciséis relatos, unos más fantásticos, otros más de humor.

--Y no utiliza siempre el mismo registro literario.

--Eso es: al fin y al cabo estoy aprendiendo. No me gusta encasillarme en un género, en un estilo. Estoy tratando de encontrar mi propia voz, y lo que tienen en común los relatos es que ninguno tiene mucho en común con los otros. Ahora estoy revisando una novela que he acabado, y por supuesto utilizo el mismo registro en todo el texto.

--¿Por qué estudia periodismo entonces?

--Es la pregunta del millón. Después de cuatro años no he logrado dar una respuesta. Tiene una vertiente cultural, donde se puede reflexionar e interpretar la realidad a través del lenguaje.

--¿Confía en el futuro literario a través de internet?

--Creo que es una buena manera de mostrarse a los lectores, pero hay que currárselo también: publicitar tu blog, escribir a menudo, moverte... Con una pregunta: ¿están dispuestos a pagar por leerme?